Ayer me encontré una escena que me ha dejado fascinada.
Vi una estampida en plena calle de adolescentes alborotados y no corrían porque vieran a su ídolo, no, corrían porque venía un patrulla de la policía local.
Me quedé fascinada de la coordinación que tenían para controlar a la patrulla, se llamaban por los móviles para que no los pillara con el cargamento de bebidas que llevaban ya que no precisamente eran refrescos.
Me alucina que se rompan los cuernos buscando a la persona que les compre las bebidas alcohólicas para hacer su botellón de los sábados, pero no se preocupan de lo que eso repercute en su salud, no se preocupan de estudiar y en trabajar (Sé que no tienen edad de trabajar ya que algunos de ellos no llegaban a los 16 años), y menos se preocupan de sus padres.
Ahora que soy madre entiendo muy bien las preocupaciones que tuvieron nuestros padres con nosotros.
Por eso, en otro momento diría que la culpa es de los padres, y no les quito responsabilidad, pero controlar esa pequeña banda de hormonas revolucionadas, con tantas tentaciones que hay por el mundo, no es nada fácil.
Desde el momento que me quedé embarazada comencé a sentir un miedo que antes no tenía.
Me daba miedo montar en coche, una tontería, pero nunca antes pensaba ... y si tenemos un accidente?... Cosas así, pero ahora piensas en esa personita como tu primera persona, la persona más importante de la tierra a la que tienes que cuidar por encima de todo.
Por eso, viendo la escena de ayer, me da miedo a lo que está llegando nuestra juventud. Me da miedo no saber educar bien a mi hijo para que haga lo correcto, para que el día de mañana sepa decir que no y no salga de casa y ande corriendo por la calle huyendo de la policía para que no le pillen con la botella de malibú.
Como no podemos controlar el mundo, intentaremos explicarle lo que está bien y lo que está mal e intentaremos educarlo lo mejor posible para que sepa hacer lo correcto y decir que no a tantas tentaciones.
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